Algunas reflexiones …a la valenciana

La conformación del Consell que desde hace un año preside el socialista Ximo Puig se llevó a cabo en su día sobre la base de una indiscutible anomalía. Y que conste que no estoy utilizando esta palabra ni como sinónimo de ilegalidad, ni al objeto de insinuar una falta de legitimidad, sino ateniéndome de manera estricta a su primera acepción de “desviación o discrepancia de una regla o de un uso”. Me refiero al hecho de hallarse presidido no por el líder del partido mayoritario, sino por el del que había quedado en segundo lugar con apenas el 20% de los votos. Algo ciertamente posible en una democracia parlamentaria como la nuestra, pero no por ello menos extraño a nuestras costumbres.

Con la conformación de la coalición entre Compromís y Podemos de cara al 20D, a esa anomalía se le añadieron otras dos más. Una, la de que Compromís, socio minoritario del gobierno del PSPV, prefiriera ir a las elecciones de la mano de un partido distinto, que además no formaba parte del Consell. Y la otra, más grave, la de que el socio mayoritario de ese Consell quedara a 142.000 votos de distancia de su contraparte y sus nuevos aliados. El PSPV, que en mayo del año pasado no había logrado ser mayoritario entre la sociedad valenciana, quedaba ahora relegado a una posición en minoría incluso frente a sus propios socios de gobierno.

Pues bien: tras el 26J, toca añadir a esas tres una cuarta anomalía más, aun a riesgo de tener que mudarnos desde la primera acepción del término a la última: “malformación, alteración biológica, congénita o adquirida”. Me refiero esta vez al hecho de que la totalidad de los partidos que sustentan, por activa o por pasiva, el Consell que preside Ximo Puig hayan quedado en franca minoría frente a los que se ubican en la oposición, desde el momento en que la suma de PSPV, Compromís y Podemos (más Esquerra Unida) apenas alcanzó el pasado domingo el 46’1% de los sufragios, por el 50’3% que sumaron el PP y Ciudadanos. Puig, que lideraba un partido en minoría dentro de su propio gobierno, preside ahora un gobierno en minoría dentro de su propia sociedad.

Por descontado, se nos dirá que se trata de elecciones distintas y de resultados no extrapolables. Cierto. Pero no lo es menos que los valencianos que hablaron el pasado domingo son los mismos a los que gobierna el tripartito, y que éste haría muy bien en escuchar su descontento y tomar nota de sus demandas. Mirar hacia otro lado se le da muy bien al Partido Socialista –ahí está, sin ir más lejos, la desmedida euforia con la que Pedro Sánchez recibió hace apenas 48 horas el que resulta ser el peor resultado electoral de su historia reciente–. Quizás Ximo Puig, tan dado a discrepar de su Secretario General, hiciera bien en distanciarse también de esta estrategia ridículamente triunfalista y tomar buena nota de qué le está demandando la sociedad valenciana.