Novedad bibliográfica: «Europa, veinte años después del Muro»

Lenin

Carlos Flores Juberías (director):

Europa, veinte años después del Muro

 Plaza y Valdés, Madrid, 2009. 320 pp (ISBN: 978-84-92751-53-2).

La conmemoración del vigésimo aniversario de la caída del Muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989, constituye un hito histórico que sin duda merece llamar la atención y suscitar la reflexión de cualquier europeo comprometido con su tiempo.

Y por –al menos– tres razones. La primera aludiría al hecho de que aunque el vasto y complejo proceso de transformaciones políticas, sociales, institucionales y económicas que se ha verificado en la mitad oriental de nuestro continente a lo largo de las dos últimas décadas no faltaran momentos de gran dramatismo y enorme trascendencia histórica, no cabe duda de que la apertura –primero– y la caída –más tarde– del Muro de Berlín constituye el acontecimiento de mayor carga simbólica de todo este largo proceso y por lo tanto, y en cierto modo, la imagen que de manera más poderosa ha venido representándolo y sintetizándolo. Tanto, que incluso hasta hoy en día, cuando aludimos a las carencias y hasta a los retrocesos de ese proceso transformador a menudo recuperamos la simbología del muro levantado por las autoridades de la Alemania oriental en 1961 para sostener que éste sigue en pie, que no ha caído del todo, o que está siendo sustituido por otros muros inmateriales pero igual de infranqueables.

La segunda alude al hecho incontrovertible de que las revoluciones de 1989 de las que la caída del Muro es símbolo, no solo transformaron de manera radical la forma de hacer política en los países en los que se impusieron –lo que por si solo ya sería un motivo más que suficiente para convertirlas en objeto de estudio–, sino que además contribuyeron a cambiar por entero el rostro del mundo que hasta entonces habíamos conocido, llevándose por delante reliquias del pasado tan felizmente arrumbadas al desván de la Historia como el comunismo, el Socialismo de Estado, la economía dirigida, el imperialismo soviético, la partición de Alemania y de Europa entera, la Guerra Fría, o el mundo bipolar; y trayéndonos en su lugar una Europa abierta en pleno proceso de integración política, económica y cultural, una extensión nunca antes vista en nuestro continente de la democracia, y un estimable grado de desarrollo económico –por más que ninguno de estos logros haya carecido, ni carezca, de sus zonas de sombra.

La tercera, por último, y en estricta coherencia con lo ya dicho, remite al hecho de que aquellas revoluciones no fueran una simple concatenación de movimientos de protesta de relevancia puramente interna, cuya conmemoración debería concernir, si acaso, a los ciudadanos de Praga, Varsovia o Budapest, sino un acontecimiento político genuinamente europeo, que debería ser sentido como propio igual en Londres, en París o en Madrid. Desafortunadamente, esta perspectiva no parece hallarse tan extendida como debería, y la frialdad con la que este aniversario está siendo recibido en muchos países de la mitad occidental de Europa es buen testimonio de ello. Pero ello no empece al hecho de que las transformaciones políticas que arrancaron en la primavera de 1989 en Polonia, siguieron durante el verano de ese año en Hungría y Alemania Oriental, y estallaron los meses finales de aquel año decisivo en Checoslovaquia, Bulgaria y –por fin– Rumania, por no mencionar las que de manera más larvada se estaban abriendo paso en la antigua Yugoslavia y en las Repúblicas de la también fenecida Unión Soviética, hayan acabado arribando –como las ondas que genera la caída de un guijarro en mitad del estanque– a las orillas de Bruselas, Dublín o Roma.

Lejos de refugiarse en la mera evocación histórica del momento y de sus protagonistas, el volumen que el lector tiene en sus manos pretende brindar un marco y facilitar elementos de juicio para esa impostergable reflexión sobre los profundos cambios vividos en Europa durante estas dos décadas, a través de un análisis comparado, multidisciplinar, y crítico sobre cómo ha cambiado nuestro continente desde aquel acontecimiento clave en los planos más relevantes del proceso, de la mano de varios de los más reputados expertos en la región procedentes tanto de España como de la propia Europa Central y Oriental. Una reflexión que a su vez debería permitirnos llevar a cabo una evaluación global, fundamentada y crítica de los mismos, y que además sirviera de pórtico a otra –si cabe más inaplazable– en torno a lo que el futuro depara a nuestro –ahora, nuevamente unificado– continente.

El que el lector hallará en estas páginas es un análisis comparado. No podía ser de otra manera tratándose de un proceso que se ha desarrollado de manera simultánea –aunque, bien es cierto, a velocidades y con éxitos muy diversos– en toda la mitad oriental de nuestro continente, en lo que constituye en si misma una experiencia de transformación política sin parangón en la historia en la que las influencias de lo sucedido en unos países sobre los de su entorno más próximo, y hasta más remoto, han sido constantes. Desde esta perspectiva, solo un elenco de analistas divorciados de todo localismo y alejados de las visiones estrechas de su entorno, podrían dar esa visión de conjunto que una reflexión como la que aquí se propone exige.

Es también un análisis multidisciplinar, en la medida en que no estamos refiriéndonos a transformaciones que se quedaran en la superficie del sistema político, limitándose a introducir cambios cosméticos en el diseño institucional, o a propiciar un relevo más o menos drástico en las elites políticas, sino a cambios profundos que afectaron y siguen afectando a prácticamente todas las esferas de la vida social. De hecho, el reto más difícil de resolver en la gestación de este libro ha sido el de cómo subsumir esos profundos y diversos cambios en un número manejable de categorías que permitiesen al lector una comprensión cabal –rigurosa, profunda, actualizada, y a la vez global– de los mismos. Nuestra propuesta de vertebrarlos en torno a los nueve ámbitos en los que se estructura este libro –el cambio en la interpretación de la Historia más reciente; en la configuración de las relaciones sociales y de la cultura política; en la conceptualización y el papel del pluralismo político; en el diseño institucional; en las relaciones internacionales; en la concepción de la seguridad y de las amenazas potenciales a la misma; en el manejo de la diversidad generado por la eclosión de los nacionalismos y la generalización de los flujos migratorios; en la economía y el sistema económico; y en la concepción del otro, ahora que las fronteras han empezado a desvanecerse– es, estimamos, una propuesta a la vez ambiciosa y asequible.

Y es, por último, un análisis crítico. Sin sombra de duda, todos los que hemos participado en la gestación de este volumen compartimos en lo esencial los valores por los que los ciudadanos de la mitad oriental de Europa –obreros y estudiantes, pero también líderes religiosos, viejos disidentes y activistas de derechos humanos, en suma: hombres y mujeres de toda clase y edad, sencillamente deseosos de vivir en un país con futuro– se lanzaron a las calles hace ahora dos décadas. Como también compartimos una valoración globalmente positiva de los cambios que desde entonces y hasta la fecha se han producido en la antigua Europa socialista, cuyos ciudadanos disponen a día de hoy de más libertades –teóricas, y también reales– y de más esperanzas de futuro de las que tenían hace dos décadas. Pero esa valoración globalmente positiva de cómo se encuentra Europa veinte años después de haber abatido el Muro no es incompatible con una valoración crítica –a veces, extremadamente crítica– del modo en el que se han desarrollado algunos de estos procesos de cambio, de los daños colaterales que éstos han causado en importantes sectores de población –en toda transición siempre hay, no lo olvidemos, perdedores– y de las secuelas que éstos han dejado para el futuro. Mantener una rigurosa equidistancia respecto de aquellos pocos nostálgicos del pasado que aun siguen creyendo en las bondades del paraíso del proletariado, y quienes consideran que fue suficiente con escribir «libertad» e «igualdad» en el frontispicio de una constitución para que la democracia hubiera quedado implantada, ha sido una de nuestras obsesiones.

Pero, por encima de todo, éste es un libro en el que se habla de Europa. De la Europa del Este, por descontado, en la medida en que fue en esa parte de nuestro continente donde se gestó todo el vasto proceso de transformaciones que vamos a intentar evaluar. Pero también de la Europa Occidental y, más precisamente, de toda Europa. Porque veinte años después del Muro no queda apenas un solo problema que no sea auténticamente paneuropeo, ni una sola empresa en la que las fortunas de los europeos de una y otra mitad del continente no vayan a correr parejas. Tanto si se habla de seguridad, como si se habla de comercio, empleo, energía, inmigración, derechos humanos, o desarrollo institucional, ya no hay soluciones para unos y soluciones para otros, precisamente porque la primera consecuencia de la caída del Muro no fue otra que la progresiva –y ahora ya plena– europeización de nuestros problemas y de nuestros desafíos.

Que este libro cuente con la participación de cinco españoles que han consagrado la mayor parte de su carrera como investigadores a desentrañar todo este complejo entramado de cambios; y de cinco europeos del este que han hecho de España uno de sus objetos prioritarios de estudio –y en algún caso, hasta su hogar–, es la mejor demostración de cómo ha cambiado Europa, veinte años después del Muro.

(Del prólogo del autor)