Negro sobre blanco

Posted on marzo 11, 2015 
Filed under Publicado en ABC (Comunidad Valenciana)

Puig y co.

Si hay algo de lo que nuestros políticos huyen cuan gatos escaldados es de explicar, negro sobre blanco, cuál será su política de alianzas una vez se haya cerrado la campaña y se hayan abierto las urnas. Poseídos de una agotadora locuacidad cuando se trata de explicar las bondades de su programa y los males que caerán sobre nosotros si gobiernan sus adversarios, basta con que alguien les pregunte qué harán con sus escaños cuando tras las elecciones llegue la hora de formar gobiernos, para que sus ganas de hablar se esfumen y reaparezca su manoseado catálogo de evasivas. “No contemplamos otro escenario que el del triunfo” (¿viajaría vd. en un barco que careciera de salvavidas porque su capitán no contempla “otro escenario” que el de llegar a puerto?), “Nuestro partido aspira a gobernar en solitario” (y yo a ser millonario, pero mientras eso no suceda toca hacer cuentas), “Habrá que analizar los programas” (¿quiere decir que aun no se ha formado una opinión sobre los programas de sus adversarios?), o “No es el momento de hablar de ello” (¿y cuando lo será?), son algunas de las más afamadas.

Lo que sucede es que si esa estrategia de ocultamiento –solo comprensible desde el tacticismo de quien no quiere descubrir sus cartas, ni parecer poco convencido de su victoria–, nunca fue presentable en un sistema político de perfiles netamente bipartidistas como el que hemos tenido en las últimas décadas, mucho menos lo es en un escenario como el actual, caracterizado por la crisis de las formaciones más tradicionales, la emergencia de otras nuevas, y la improbabilidad de que los resultados electorales arrojen mayorías holgadas a favor de ninguna de ellas. Lo que en otros momentos no habría sido sino una práctica saludable en un sistema con vocación de transparencia, constituye hoy una exigencia ineludible para que el elector pueda acudir a las urnas con las ideas perfectamente claras acerca de lo que va a suceder con su voto veinticuatro horas más tarde. De ahí que la clarificación de los pactos electorales –de cuáles están descartados, cuáles serían plausibles, y cuáles preferibles; de qué condiciones deberían darse en cada caso, de cuáles son los límites y cuál el precio que se está dispuesto a pagar– resulte no solo deseable sino exigible. A todos los contendientes. Negro sobre blanco.

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