Los que dicen llamarse Charlie
Posted on enero 14, 2015
Filed under Publicado en ABC (Comunidad Valenciana)
Que ante una masacre como la que la semana pasada ensangrentó las calles de París surja a modo de respuesta una oleada de solidaridad que acabe trascendiendo credos, ideologías y fronteras resulta no solo comprensible sino incluso reconfortante. De modo que nada habría que objetar a ello, si no fuera porque consciente o inconscientemente el lema que más ampliamente ha calado entre quienes han querido hacer patente su horror por la matanza de París no ha sido uno que condene la brutalidad de quienes la perpetraron o incida en la insostenibilidad de sus prejuicios, sino uno instando a ponerse acríticamente en la piel misma de las víctimas: “Je suis Charlie Hebdo”
El problema radica en que pocos –muy pocos–, de los que estos últimos días han desfilado tras este lema “son” verdaderamente Charlie.
No lo son, por cobardes, las docenas de medios y los centenares de periodistas –y con ellos, su consabida cohorte de artistas, famosos y celebrities– que durante décadas se han guardado muy mucho de herir la fina sensibilidad de los islamistas a fin de no ponerse en el punto de mira de los más radicales, cuando al mismo tiempo se jactaban de no tener pelos en la lengua a la hora de criticar a otras religiones en general, y a la que profesan la mayoría de sus conciudadanos en particular.
No lo son los talibanes de lo políticamente correcto: esos que hoy ponderan la libérrima creatividad de los dibujantes asesinados, pero que mañana mismo encabezarán la lapidación –de momento solo en sentido figurado– del primer personaje público que haga gala de machismo u homofobia, de racismo o de antisemitismo, o –en determinados lugares de la geografía nacional– incluso de simple españolismo.
Y, por supuesto, no lo son –no lo somos, ya que en este grupo sí me incluiré– quienes pensamos que el desprecio hacia las creencias ajenas constituye una ofensa injustificada cuando éstas son sinceras, y un castigo insuficiente cuando éstas constituyen simples coartadas para matar. Y en consecuencia, que sería mucho más útil combatirlas con la razón que ridiculizarlas sin misericordia. Y que ello es así incluso en aquellos contados casos en los que las ofensas están tan equitativamente repartidas como era la regla en las páginas del Charlie Hebdo.
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