Relevos generacionales

Posted on December 19, 2014 
Filed under Artículo de prensa, Publicado en ABC (Comunidad Valenciana)

PedroSánchez

Aunque algún suspicaz pueda pensar que no se trata más que de un vulgar ataque de celos fruto de la crisis de los cincuenta, la pura verdad es que esto tan de moda de los “relevos generacionales” siempre me ha parecido un despropósito. En el peor de los casos, una cortina de humo tras la que esconder eso que siempre se ha llamado una purga, en unos tiempos en los que, desdibujadas todas las ideologías clásicas, ya no cabe el argumento del desviacionismo ideológico para mandar a nadie a Siberia. Y en el mejor, una pobrísima excusa para quitarse de encima a un rival más preparado, más experimentado, y más conocido, con el estúpido argumento de que esa arruguita suya en la frente, o esas patas de gallo junto a los ojos podrían costarle al partido medio millón de votos cada una.

Y es que, a diferencia de lo que sucede con las lechugas, que empiezan a perder sus vitaminas en el instante mismo de haber sido recogidas, y acaban echándose a perder al cabo de unos pocos días, los políticos ganan con la experiencia y –sobre todo– con la contínua confrontación con sus adversarios de la bancada contraria, y con las realidades tozudas del mundo que les (nos) rodea, únicos medios para hacerles transitar hasta esa otra dimensión a la que muy pocos logran llegar que es la de los “estadistas”. Y eso constituye una riqueza íntimamente asociada –quiérase o no–, con la edad.

Cuando la cosa se halló circunscrita a uno u otro de los partidos de nuestro sistema, el argumento displicente del “con su pan se lo coman” pudo bastar. Pero en unos momentos en los que el argumento del relevo generacional ha puesto al volante del PSOE a un tipo tan manifiestamente inmaduro como Pedro Sánchez, y amenaza con colocar a la cabeza de Izquierda Unida a un muchacho de 29 años en cuyo curriculum se destaca el hecho de haber sido el diputado más joven del Congreso –lo que implicará ser también el que menos haya trabajado antes de empezar a mamar de la política– quizás sea precisa una reflexión profunda sobre el tema.

De momento, allá va una pista: se le llama “edadismo”. Y aunque no parezca una enfermedad tan letal como el racismo, el sexismo, o el clasismo –mucho ojo con ella.

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